DV: Descalzos Viejos
De la mano
de Flavio Salesi, (copropietario de la bodega DV junto a la familia Retamero),
y de su enólogo Vicente Inat, recorremos una de las bodegas con más encanto de
la D.O. Sierras de Málaga, Descalzos Viejos.
El
proyecto arranca en 1998, y en 2002 ve la luz su primera añada con carácter
experimental. Es por tanto toda una
veterana en una de las D.O. más recientes de la geografía española. Situada en
las faldas del Tajo de Ronda, su ubicación ofrece una sobrecogedora vista sobre
sus propios viñedos y la ciudad de Ronda. Un antiguo convento trinitario cuyo
origen se remonta al año 1505 es la sede de la actual bodega en una tierra que
por momentos se olvidó del vino, pero que ahora ha apostado por retomar la
tradición vitivinícola con fuerzas renovadas.
Ronda, desde
época romana, e incluso bajo dominio árabe, siempre fue una reputada tierra de
vinos, y no fue hasta la llegada de la plaga de la filoxera entre 1880 y 1892
que sus viñedos quedaron arrasados, y durante gran parte del siglo XX su
producción quedó como flor del pasado. Pero a finales del S. XX y principios
del XXI, varias familias de viticultores deciden producir vino con nuevas
variedades de uva que se adapten bien a las condiciones climáticas de la zona.
En este
contexto, Descalzos Viejos cuenta con seis hectáreas de viñedo propias y otras cuatro en
régimen de arrendamiento. En sus fincas
destacan las variedades Syrah,
Garnacha, Graciano, Petit Verdot, Merlot y
Cabernet Sauvignon (variedad que poco a poco va siendo sustituida por no
ofrecer unos resultados apetecibles). A ellas se les suma la Chardonnay para
producir blancos. Son variedades que se adaptan muy bien al clima, muy caluroso
en verano, frío en invierno, poca pluviometría, y una altitud que oscila entre
los 600 y 650 metros. Suelos arcillosos, y también pedregosos por donde se
distribuyen los diferentes viñedos. Además, como bien nos indica Vicente Inat,
es muy importante la peculiaridad que se da en Ronda, la posibilidad de
encontrarnos con fincas expuestas tanto a la influencia Mediterránea como a la
Atlántica, por la proximidad a ambos mares. Este factor dará el sello de
identidad definitivo a sus vinos a los que quiere imprimir un marcado carácter
de “terroir”.
Su
apuesta son los vinos de calidad frente a la cantidad. Cuidando al máximo los
procesos asociados a la viticultura, como la vendimia manual, o la propia
naturaleza que equilibra la viña, evitando al máximo el uso de pesticidas.
Olivos y encinas acompañan a las vides. Son vinos con personalidad, donde se
impone lo mineral a la fruta y la madera, manteniendo un grado de acidez
aceptable para que estos vinos de alta graduación se muestren frescos y
apetecibles.
DV
14 es su vino más joven y el que cuenta con más producción. Elaborado a partir
de las variedades Garnacha, Syrah y Merlot, tiene una crianza de 6 meses en
barrica de roble. Es un vino que combina bien los toques balsámicos con fruta
roja, y notas balsámicas. De trago largo, resulta fácil de beber.
DV
Aires, elaborado a partir de Petit Verdot básicamente, que es la que aporta las
notas más minerales y balsámicas, y garnacha,
que le da frutalidad y color. Con una crianza de 16 meses en roble
francés, resulta un vino muy aromático, persistente en boca, con notas tostadas
y de frutos negros; fresco y sedoso a la
vez.
Iusta
y Rufina, componen ambos la colección de dos vinos monovarietales: DV Las
Santas. Iusta es un vino a base de
garnacha recolectada manualmente y macerada y fermentada con parte del raspón.
Para su crianza se emplearon barricas de
500 litros donde permaneció 16 meses. Vino de bonito color cereza
picota, muy mineral y balsámico destaca por su equilibrio perfecto, con una
acidez muy matizada. Un vino que refleja perfectamente el concepto de pago, y
que se muestra fresco y persistente. Rufina se elabora con Syrah. Recolectada
también manualmente y macerada y
fermentada con el raspón. Tiene un color violáceo, más propio de vinos jóvenes,
que de un vino con 16 meses en barrica. Presenta
la peculiaridad de que las barricas de roble de 500 litros s han sido
previamente envinadas naturalmente con vino dulce de la comarca malagueña de La
Axarquía En nariz es complejo, con aromas balsámicos y mentolados. En boca es
muy mineral, con un final redondo y equilibrado. Un vino pleno, un vino de
“terroir”.
El
DV Chardonnay es de color dorado pálido, con
fragancias de fruta blanca como albaricoque o melocotón, junto a una marcada acidez en boca que le aporta
frescor. La crianza de tres meses en lías le da estructura. Un vino de trago
largo.
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